domingo, 16 de diciembre de 2012

Solo  una pequeña
Historia . . . 

El Delta del Paraná, y 
algo de Historia . . .

Por
Rodolfo Atilio Griffa.
Periodista Agrario.
ABOPA nº 084 .
CAPA nº 1235 .


La Historia es, como 
casi todas las historias, 
personal . . .
Nos llega a impulsos, 
que desde rincones del alma . . .  brotan . . .
Son partes de la memoria genética, que nos transmiten seres amados, que por extraña paradoja, no compartieron ni sangre ni carne con nosotros. 
Pero desde el corazón, nos dejaron la herencia
del amor por esa tierra, donde dejaron su vida y su alma.
En cada nota iré poniendo con palabras mías, los mejores recuerdos de mi niñes, recuerdos que tienen ya superados los setenta años de  vida, pero que están en mis retinas como si ahora mismo ocurrieran.
Setenta años no es nada en el tiempo, no es nada, en la vida de una persona, pero en la evolución del hombre, es mucho menos, y yo, que fuí testigo de la evolución de una hermosa y rica región de mi país,  no termino de aceptar el monumental cambio, que sufrió el Delta en tan  solo setenta años.
Como, en tan poco tiempo, el cambio fue tan brutal, me llevará un tiempo contar vivencia de colonos, que hoy parecen tan alejados en el tiempo, como para que usted, desprevenido, crea que es una fantasía de escritor sin otro tema.
Pero soy testigo vivo aún, y mis amigos, los pocos que quedan, son los nietos de esos gigantes que en solo cien años construyeron un mundo
increible, a partir de la nada, sin idioma, sin patria, sin amigos, solos frente al "monte", lujurioso y rico pero muy cruel, que defendía cada centímetro de suelo, de maleza, (de pantano) pero sobretodo de soledad.
Hoy, explicar la soledad, casi es imposible, pero antes de 1930/40.
Soledad, era eso, soledad, ahora cien kilómetros, son unos minutos, ayer,y en ese lugar, eran 15 o más días de espera, y si el barquito no llegaba,
seguir esperando . . . Sin contar que el viaje podía durar 30 o cuarenta horas.
El "infierno verde y lujurioso prometía una lucha dura y desigual, hoy desmontabas un lote de 10 por 10 metros, mañana otro tanto, pero al terminar el segundo día, el primero ya comenzaba a cubrirse de vegetación, que parecía incontenible.
La promesa, si tenias un poco de sal, era el alimento, peces, nutrias, carpinchos,
patos, cuices, anguilas, los juncos y totoras daban material liviano para techos, y el pasto común del lugar, con el buen barro de la costa del río y el humus que dejaban las inundaciones, se convertían en paredes para soportar el invierno.
El primer combustible, fue la leña para la "cocina" y las heladas, y el segundo la grasa para un candil que rompiera las sombras de la noche larga del invierno.
Y el río, el RÍO, suave, calmo, de aguas limpias entonces, rumoroso, y sorprendido por el golpe de la cola de un Dorado en la superficie, o la navegación señorial de un pato sirirí, que no tenia claro que sería, con suerte, el invitado principal a la cena festiva de ese dia.
El río, corre hacia su destino de horizontes lejanos, siempre corre detrás de su impulso de
distancias, el río se va y no vuelve, solo regresa en lluvias que no tienen recuerdos de su paso anterior.
El río es amigo, calma la sed, nos proporciona alimentos, y aún es camino para andar distancias, pero es parte de la misma naturaleza cruel que tiene ciclos, y los cumple.
Una tarde cualquiera, acaricia la cabellera de los sauces llorones, y un minuto despues,
se transforma, cambia el viento, que trae desde quien sabe donde, el estampido de un trueno, el cielo se oscurece, y el fogonazo de un rayo, convierte en azulado el verde del monte, el río, como un potro sorprendido se espanta, arquea su lomo marrón, se cubre de espumas, y se desboca, en segundos, o tan solo en minutos, todo se transforma, las aguas aumentan su nivel, la tormenta ruge, estalla, festeja con luces indomables, y el río ya incontenible, sale de su cauce, corre por el monte y se lleva todo, los animales huyen,los que tiene más suerte vuelan, o se trepan a los árboles, otros simplemente mueren.
Pero el río quiere más, y se lleva, rancho y pertenencias, quien tiene algo parecido a un bote,
salva su vida, y algunas cosas, lo demás. . . se pierde . . . es el tributo que se cobra el río.
Cuando la tormenta pasa, la calma vuelve, quizás un lucero distante guiñe cómplice, una promesa nueva, y el colono, solo tiene ademas del frío y del hambre, su fé, su esperanza, y la mirada al mañana, porque detrás nada queda . . .
 Una pala, un machete, un hacha, y sus inmensos sueños de una vida mejor, si logra vencer al monte, si lo deja el río, si retornan las nutrias, para tener carne, y algunos cueros, que venderá por monedas, para tener sal, harina, grasa, tocino, y, muy poco más para mantener la confianza en sus brazos y derrotar al monte, plantar sus sueños, y esperar 10 años que la madera le permita, otro combate por la vida.
Ese es el principio de la historia, le diré despues como esos colonos sin saber leer ni escribir,
escribieron esta historia, con Sociedades de Fomento, con Escuelas, con Clubes, con proyectos de Ley.
Todo eso, de nota, en nota, es una larga historia, de la que fui espectador de una parte.
Quizás, solo por eso, traté de ser periodista y agrario, para que mis abuelos del corazón, no
sean olvidados, por este mundo de memoria 

corta . . .
Rodolfo Griffa.