Lejos, muy lejos en el tiempo, una pequeña llama rompió las sombras de la noche, titilaba la primera luz artificial para el hombre, que por primera vez, rompía las tinieblas de la noche y del miedo a las sombras.
Y poco después, apareció la palabra, aunque nadie recuerde, el momento y el lugar.
Poco después uno de tantos individuos comenzó a contar historias de
los echos ocurridos, y apareció el Juglar, el cuentista, el relator, por fin
quien repetía las cosas importantes de la comunidad.
Mas tarde, siglos después, otros individuos, repiten la misma función,
graban en su retina y sus tímpanos imágenes y sonidos de hechos ocurridos en su comunidad, y las sombras de la desinformación se disipan, aparecen en la historia una nueva clase de cruzados, unos para recuperar un sitio sagrado a su fe, estos para ocupar un lugar en el mundo y recuperar la visión de los acontecimientos, dando claridad y veracidad a sus relatos, y nacieron los periodistas.
En el corto camino de su tiempo histórico, algunos defendieron su fe, otros perdieron la brújula y erraron el camino. . .
Pero esos, no son parte, no tienen lugar en este recorrido.
Hoy, ser de CAPA. . . Es difícil de explicar, no somos expertos Agrónomos ni Veterinarios, pero hablamos de la producción agropecuaria, por supuesto no somos economistas, pero manejamos valores económicos en pesos, dólares y euros, y quintales, toneladas, ventas, compras, exportación e importación, genética y reproducción vegetal y animal, todo con propiedad, discutiendo con expertos, y políticos que no son expertos en cada materia, pero que por igual , unos y otros toman medidas y resuelven.
En el 2007, nadie mencionaba un Periodista Agrario, en el 2008, fueron consultados tibiamente, y ahora pululan algunos que son Periodistas Agrarios, o Agropecuarios, de verdad, y algunos que si los llevamos al campo, a un tambo, puede preguntar, frente a una lechera, de que marca es esa moto, confundiendo los cuernos, con un manubrio.
Ser de CAPA, no es un carnet, ni una cuota social, ni escribir o hablar mas o menos lindo.
Diferenciar la paja del trigo, montar a caballo, manejar un tractor, cortar una melga, apadrinar un arreo, forestar en un bajo, tomar un amargo en un fogón de estancia, o en el rancho de un puestero, acompañar a los golondrinas, que no se mudan en invierno a Capistrano, sino que recorren los lugares de cosecha, poniendo, como peones, brazos y alma en la juntada. . . Son algunas cosas que los periodistas agrarios, tienen mas claras que la mayoría de los que no tienen la vivencia, y la experiencia de cruzar kilómetros largos y difíciles, para encontrar al productor pequeño y olvidado en cualquier rincón de la Patria, donde un hombre le pelea a la naturaleza el sustento diario, sin pedir ni dar cuartel, y sin saber que un Secretario, Dios sabe de que cosa, dirá si sus hijos y su mujer podrán comer seguido, porque cambia las reglas del juego, y este año, no se vende el trigo, o el maíz, o el girasol, si es que la sequía le dejó cosechar un poco, de lo que su tierra magra le permite.
Y compartiendo el Lucero, ese periodista, escucha al hombre, y lo comprende, y se prende en la tristeza incomprendida, del que no tiene la cuatro por cuatro, y que a duras penas conserva las cuatro patas de un caballo, que se convierte en herramienta de trabajo y medio único de transporte, para buscar en el pueblo una respuesta, que el Intendente no tiene, ocupado en otros menesteres, que no son los del sufrido pequeño productor, que perdido en la inmensidad del campo, solo aguarda que llegue la lluvia salvadora, y que Dios distraído, le dedique una mirada y bendiga su campo, con algo de cosecha, y otro poco de paz para sus penurias.
Y el que puede hablar, si entiende todo esto, es el Periodista Agrario .
Los demás son, simplemente, periodistas.
Por todo lo dicho intento ser un Periodista Agrario, y estar orgulloso de pertenecer a CAPA. Moriré en el intento.
Felicidades para todos los que lo son, para los que intentan serlo, y . . .
Para los que no lo serán nunca, aunque lo intenten, para ser, hay que nacer, y eso no cambia. Salud, amigos.
Rodolfo Griffa.