En los tambos de la cuenca lechera central, la más importante del país (que ocupa el centro oeste de Santa Fe y el centro este de Córdoba), la sequía está castigando con dureza los lotes de maíz para silo, que en muchos casos están con hojas secas, sin espigas y no han comenzado a “granar”. Y lo mismo sucede en la mayoría de los lotes del resto de las cuencas lácteas de la Argentina.
Los productores están frente al dilema de largarse a picar antes, para no perder más calidad, o esperar a que llueva para aumentar la cantidad de materia seca por hectárea, pero con el riesgo de que los maíces se deterioren todavía más.
En este escenario climático y productivo, Luis Romero y Mario Mondino, dos especialistas del INTA Rafaela, analizan qué conviene hacer para minimizar el impacto de la sequía sobre las reservas forrajeras de los tambos.
La primer recomendación es no apurarse. “A veces el lote se mira desde la camioneta y se piensa que se está secando, y que hay que picar porque sino se va al diablo, y se va a guardar un silo de peor calidad al que hay ahora”, cuenta Romero. Pero para no equivocarse, hay que entrar en el lote y mirar el tallo de la planta.
Hay que olvidarse de la hoja, cuyo aporte ni siquiera llega al 10% del silo, y recordar que lo que importa es la caña y algo de la espiga. En este momento, en las cuencas lecheras hay muchos cultivos con la hoja seca y el tallo húmedo. Por eso, cuando el productor se apura a picar, lo que sale es muchísima agua. “Si el tallo todavía está verde, y cuando se estruja y se corta un poco sale humedad, todavía se puede esperar para que acumule un poco más de materia seca”, aconseja Romero. Picar un silo con demasiada agua, además, genera problemas de mala fermentación.
Pero en algunos casos, en los lotes más afectados por la falta de lluvias, puede ser necesario picar. Hay cultivos que tienen un buen desarrollo pero se han quedado sin granos y están sufriendo la falta de agua. Si el tallo se pone muy amarillo y cuando se corta la parte interna se empieza a ahuecar es porque se está pasando, y, entonces, es clave picar. “Creo que el mensaje está muy claro: a no apurarse pero tampoco pasarse demasiado, porque algo tenemos que salvar”, plantea Mondino.
En el caso del sorgo, que viene creciendo en importancia como fuente de reservas forrajeras, los lotes que se implantaron en noviembre están bastante bien, sobre todo los que contaron con un buen barbecho y una cama de siembra húmeda. “Si llega a llover, van a reaccionar, especialmente aquellos sorgos que no hayan tenido problemas de malezas, y pueden llegar a dar un buen volumen de forraje y aún granos”, adelanta Romero.
El maíz de segunda es la tercera pata de la ecuación forrajera. Lo ideal es que este cultivo ya esté implantado, pero en muchos casos no se pudo sembrar por la falta de humedad (fue uno de los 8 diciembres más secos de los últimos 80 años). En este caso no hay que desesperarse y recordar que la ventana de siembra se extiende hasta principios de febrero, aunque se incrementen los riesgos de heladas tempranas.
En los últimos dos años, las heladas se atrasaron hasta mayo. Por eso, un cultivo sembrado en febrero llega bien a dar grano y puede dar un buen volumen si las lluvias lo acompañan. Al productor le quedan dos alternativas. La primera es no sembrar y, la segunda, esperar que llueva sabiendo que hay una puertita abierta interesante hasta los primeros días de febrero, una alternativa que sobre todo es válida para aquellos que ya compraron las semillas.
Claro que si un tambero decide hacer un maíz de segunda bien atrasado es importante hacer una planificación distinta de los verdeos de invierno. “Si estamos sembrando el maíz a mediados de enero, o a fin de ese mes, lo vamos a estar picando en mayo, con lo cual se hace muy complicado estar sembrando un verdeo. Salvo que el productor se arriesgue a hacer un trigo, para poder tener pasto para pleno invierno. Esa podría ser otra alternativa”, reconoce Romero.
En el caso de los que no vayan a poder sembrar, la recomendación es ir planificando el uso de los alfalfares, que en general están en buen estado, y guardar la mayor cantidad posible de silo para el otoño y el invierno, la etapa del año en que puede faltar alimento cuando la campaña forrajera no fue favorable. |