Grito de Alcorta.
Se conoce como Grito de Alcorta a la rebelión agraria de pequeños y medianos arrendatarios rurales que sacudió el sur de la provincia argentina de Santa Fe y se extendió por toda la región pampeana, con centro en la ciudad de Alcorta y que marcó la irrupción de los chacareros en la política nacional del sigloXX, dando origen además a su organización gremial representativa, la Federación Agraria Argentina.subst:Aviso referencias|Grito de Alcorta
Contexto histórico y social
La estructura social del campo en el momento en que se desata la rebelión, estaba integrada por terratenientes, arrendatarios y subarrendatarios.
Estos últimos se encontraban sometidos a los terratenientes a través de contratos que establecían, entre otras cosas, rentas impagables y la obligación de comprar herramientas e insumos a quien el terrateniente mandare, e imponían al colono las responsabilidades de una mala cosecha. Se llegó a un punto en que, por más que el colono trabajara de sol a sol y por buena que fuera la cosecha, al final de ésta no le quedaba ni lo más elemental para subsistir.
El estudio de Juan Bialet Massé sobre "La condición de las clases trabajadoras", de 1901, es una radiografía clara del tratamiento infrahumano que recibían los colonos.
El detonante del Grito de Alcorta fue la formidable cosecha de 1912, al comprobar los chacareros que luego de pagar las deudas nada quedaba para ellos.En 1912 los chacareros arrendatarios de la pampa húmeda en tanto víctimas de expoliaciones por parte de los terratenientes y movidos por la prédica anarquista y socialista iniciaron una serie de manifestaciones, mitínes y huelgas en el sur santafesino, en el noroeste bonaerense, en el sur este de Córdoba y en la provincia de La Pampa. En todos los casos se trato de protestas por las malas condiciones de contratación que los vinculaban a los terratenientes.
El Grito... No es una Historia mas.
Casi un siglo atrás miles de brazos y corazones, personas de bien y de trabajo, dieron vida a una gesta inédita y revolucionaria que trascendería y marcaria no solo las crónicas argentinas, si no las de todo el mundo.
Esta Gesta que nos engrandeció, no lo olvidemos, tuvo como base primera la lucha contra la injusticia y la desigualdad social.
Un ejemplo que, sin lugar a dudas, llevaremos grabado para siempre. Conozcamos y seamos parte de los cimientos que darian vida al Grito de Libertad:
Hacia 1850, nuestro país se encontraba aún intentando organizarse: casi todo el territorio nacional se encontraba en manos aborígenes, los medios de transporte se reducían a vehículos de tracción a sangre, la organización nacional era sólo el sueño de muchos. En esos años, aparece un grupo de políticos e intelectuales, deseoso de dar esta situación por terminada: Alberdi, Sarmiento, Mitre, Avellaneda. Embebidos en las ideas liberales europeas, creían en el desafío de modernizar nuestro país y convertirlo en parte de la escena internacional. Como punto de partida, este desafío requería de tres acciones básicas: la organización democrática, que permitiría alcanzar una estabilidad política; la económica, con el fin de responder a las demandas del mercado internacional; y la social, para poner en marcha la producción. Sin embargo, había un ineludible paso previo: el crecimiento demográfico del país, que sólo podía lograrse a través de políticas inmigratorias. En consecuencia, ya en la Constitución Nacional, promulgada en 1853, esta necesidad era considerada: en su artículo 25 precisa el compromiso del gobierno de la Confederación Argentina de fomentar y facilitar la llegada de inmigrantes europeos que tuvieran como objetivo trabajar en este país.
Inmediatamente, comienzan a llegar inmigrantes de distintos países de Europa.
No obstante, no se dicta legislación al respecto hasta 1876: bajo el gobierno de Nicolás Avellaneda se dicta la “Ley de inmigración y colonización”, que precisaba quiénes serían considerados inmigrantes, sus derechos y deberes y las formas que podía adoptar la colonización de las tierras.
A mediados del siglo XIX, comenzaron a realizarse campañas militares con la intención de anexar los territorios que se hallaban en manos de los aborígenes. Las más expansivas, efectuadas entre 1858 y 1869, permitieron la incorporación definitiva de 57.000 km2 al dominio provincial.
A mediados del siglo XIX, comenzaron a realizarse campañas militares con la intención de anexar los territorios que se hallaban en manos de los aborígenes. Las más expansivas, efectuadas entre 1858 y 1869, permitieron la incorporación definitiva de 57.000 km2 al dominio provincial.
Sin embargo, esos territorios fueron aceleradamente traspasados a manos privadas, transformándose inmediatamente en inmensos latifundios, generalmente dedicados a la ganadería extensiva (1) .
(1) En la zona norte de la provincia, por ejemplo, Mariano Cabal poseía más de 2.000.000 de hectáreas. Es en este momento en el que el gobierno de la provincia de Santa Fe, decide realizar sus primeras acciones en pos de la colonización de su territorio. La primera colonia agrícola de la provincia, Esperanza, se funda en 1856, pero no es hasta la década de 1870 que la provincia comienza a poblarse. A partir de ese momento, se ponen en marcha dos sistemas de colonización, sobre todo en el centro de la provincia:
La colonización gubernamental, que consistía en la venta de tierras a los inmigrantes a precios muy bajos, que no tuvo grandes resultados, ya que las tierras fiscales eran escasas y poco aptas para el cultivo. Por su parte, la colonización oficial, estaba en manos de empresarios privados, pero organizada por el Estado: éste vendía las tierras a un precio conveniente a los empresarios, pero establecía la forma que adoptaría la colonización. Durante la década de 1880 Santa Fe logró un crecimiento espectacular. La “campaña al desierto”, llevada adelante por el Gral. Roca, terminó con la amenaza aborigen y expandió aún más las fronteras, se extendieron drásticamente las líneas ferroviarias y se redujeron los costos de navegación ultramarina. Colateralmente, estos cambios produjeron la triplicación del valor de la tierra y un cambio radical en la forma adoptada por la colonización. Esto es, la venta de tierras por parte de propietarios se tornó impensable, y las tierras fiscales estaban desapareciendo.
En el sur de la provincia, los departamentos General López y Constitución, comenzaron a practicar la agricultura recién a fines de esta década. Por lo tanto, sólo se implementaron allí los sistemas de colonización más tardíos. Para conformar las colonias privadas, el empresario compraba tierras, y las vendía luego de parcelar.
Estos empresarios eran beneficiados por el Estado, ya que se los eximía del pago de impuestos por tres años. La condición para ello era que las tierras no fueran arrendadas.
(1) En la zona norte de la provincia, por ejemplo, Mariano Cabal poseía más de 2.000.000 de hectáreas. Es en este momento en el que el gobierno de la provincia de Santa Fe, decide realizar sus primeras acciones en pos de la colonización de su territorio. La primera colonia agrícola de la provincia, Esperanza, se funda en 1856, pero no es hasta la década de 1870 que la provincia comienza a poblarse. A partir de ese momento, se ponen en marcha dos sistemas de colonización, sobre todo en el centro de la provincia:
La colonización gubernamental, que consistía en la venta de tierras a los inmigrantes a precios muy bajos, que no tuvo grandes resultados, ya que las tierras fiscales eran escasas y poco aptas para el cultivo. Por su parte, la colonización oficial, estaba en manos de empresarios privados, pero organizada por el Estado: éste vendía las tierras a un precio conveniente a los empresarios, pero establecía la forma que adoptaría la colonización. Durante la década de 1880 Santa Fe logró un crecimiento espectacular. La “campaña al desierto”, llevada adelante por el Gral. Roca, terminó con la amenaza aborigen y expandió aún más las fronteras, se extendieron drásticamente las líneas ferroviarias y se redujeron los costos de navegación ultramarina. Colateralmente, estos cambios produjeron la triplicación del valor de la tierra y un cambio radical en la forma adoptada por la colonización. Esto es, la venta de tierras por parte de propietarios se tornó impensable, y las tierras fiscales estaban desapareciendo.
En el sur de la provincia, los departamentos General López y Constitución, comenzaron a practicar la agricultura recién a fines de esta década. Por lo tanto, sólo se implementaron allí los sistemas de colonización más tardíos. Para conformar las colonias privadas, el empresario compraba tierras, y las vendía luego de parcelar.
Estos empresarios eran beneficiados por el Estado, ya que se los eximía del pago de impuestos por tres años. La condición para ello era que las tierras no fueran arrendadas.
Sin embargo, rara vez esta condición fue cumplida.
A principios de la década de 1890 aparecen las colonias particulares. Las tierras eran arrendadas, parceladas, y subarrendadas a los colonos. Generalmente, este sistema era puesto en práctica por comerciantes de la zona, lo que derivó en una serie de cláusulas en los contratos que ataban al colono a la empresa.
En este sistema, que fue el más difundido a partir de 1895, el arriendo podía ser pagado en dinero o con un porcentaje de la cosecha, y en ambos casos el arrendatario debía hacerse cargo de todos los gastos. Asimismo, a partir de las obligaciones y restricciones que imponía al chacarero, se fue convirtiendo en obstáculo para la innovación tecnológica, además de provocar bajos niveles de vida, malas condiciones de asentamiento y escasa movilidad social para el trabajador de la tierra. En el período comprendido entre 1895 y 1914, las tierras volvieron a sufrir un importante incremento en su valor, que se tradujo en el costo de los arrendamientos: mientras que hasta 1895, oscilaba entre un 8% y un 15%, con contratos de alrededor de 6 años; en este período, no sólo aumentó a un 30% como mínimo, sino que, la duración de los contratos era de tres años como máximo, además de estar plagados de una serie de cláusulas que permitían al propietario desalojar al arrendatario cada vez que quisiera. Así, en el último tercio del siglo XIX, Santa Fe, que había sido uno de los estados menos desarrollados de la Confederación Argentina logra convertirse, en la segunda provincia argentina y en el primer productor de cereales del país. Obtuvo, también, una importante expansión comercial y la instalación de industrias dedicadas a la producción de insumos agrícolas.
Asimismo, la población de la provincia se cuadruplicó y la cantidad de colonias alcanzó las 350. Comienza a conformarse un nuevo grupo social, compuesto por inmigrantes agricultores dispuestos a trabajar la tierra, a lograr una mejor calidad de vida que la que podían esperar en Europa, cada uno con sus costumbres, con su lengua.
Alrededor de 1910, el sueño de muchos inmigrantes comenzaba a transformarse en pesadilla: para los agricultores arrendatarios del sur de Santa Fe no sólo se volvió impensable comprar tierras, sino que se encontraban sujetos a contratos desmedidos, que coartaban todas sus libertades, que los mantenían viviendo en la miseria, casi esperando todos los días ser desalojados de la chacra por motivos absurdos, sujetos completamente a las decisiones y caprichos de sus patrones.
Como corolario de esta situación, la langosta y la sequía hicieron que se perdiera la cosecha de 1911 y los arrendamientos alcanzaron su punto máximo en precio. Esta situación despertó a los arrendatarios, que sintieron la necesidad de gritar basta, que quisieron seguir soñando aquel sueño engendrado en la Europa natal. Vinieron a Argentina para cambiar su situación de miseria y pobreza, y por eso mismo, no estaban dispuestos a conformarse con lo que la realidad les ofrecía.Creyeron que esta era una causa conjunta. Comenzaron a reunirse, sabían organizarse y lo hicieron aquí, en Argentina, en la pampa gringa, en Santa Fe.
Alcorta y Bigand compartían la colonia La Adela, administrada por la firma Genoud, Benvenuto, Martelli y Cía, que subarrendaba la tierra a doscientas once familias por el 34 % de la producción, trillado, embolsado en bolsas nuevas y puesto en estación, con contratos de un año de duración. Además, los arrendatarios estaban obligados a comprar y vender en el almacén de ramos generales de la empresa, trillar y desgranar con sus máquinas y hacer todos los seguros con ellos.
En los primeros años del siglo XX, este tipo de contratos era moneda corriente en la región cerealera. Algunos con cláusulas más absurdas que otros, algunos por mayor porcentaje que otros –en Firmat alcanzaban hasta el 54% de la producción-, pero indefectiblemente, todos legalizaban, de algún modo, el abuso y la explotación de los arrendatarios.
“Los arrendatarios no tenían la menor seguridad en su trabajo, en cualquier momento podían ser desalojados del campo en que trabajaban y despojados de sus máquinas y útiles de labranza. Cualquier mejora que introdujera en la chacra quedaba a beneficio del patrón.”
En este sistema, que fue el más difundido a partir de 1895, el arriendo podía ser pagado en dinero o con un porcentaje de la cosecha, y en ambos casos el arrendatario debía hacerse cargo de todos los gastos. Asimismo, a partir de las obligaciones y restricciones que imponía al chacarero, se fue convirtiendo en obstáculo para la innovación tecnológica, además de provocar bajos niveles de vida, malas condiciones de asentamiento y escasa movilidad social para el trabajador de la tierra. En el período comprendido entre 1895 y 1914, las tierras volvieron a sufrir un importante incremento en su valor, que se tradujo en el costo de los arrendamientos: mientras que hasta 1895, oscilaba entre un 8% y un 15%, con contratos de alrededor de 6 años; en este período, no sólo aumentó a un 30% como mínimo, sino que, la duración de los contratos era de tres años como máximo, además de estar plagados de una serie de cláusulas que permitían al propietario desalojar al arrendatario cada vez que quisiera. Así, en el último tercio del siglo XIX, Santa Fe, que había sido uno de los estados menos desarrollados de la Confederación Argentina logra convertirse, en la segunda provincia argentina y en el primer productor de cereales del país. Obtuvo, también, una importante expansión comercial y la instalación de industrias dedicadas a la producción de insumos agrícolas.
Asimismo, la población de la provincia se cuadruplicó y la cantidad de colonias alcanzó las 350. Comienza a conformarse un nuevo grupo social, compuesto por inmigrantes agricultores dispuestos a trabajar la tierra, a lograr una mejor calidad de vida que la que podían esperar en Europa, cada uno con sus costumbres, con su lengua.
Alrededor de 1910, el sueño de muchos inmigrantes comenzaba a transformarse en pesadilla: para los agricultores arrendatarios del sur de Santa Fe no sólo se volvió impensable comprar tierras, sino que se encontraban sujetos a contratos desmedidos, que coartaban todas sus libertades, que los mantenían viviendo en la miseria, casi esperando todos los días ser desalojados de la chacra por motivos absurdos, sujetos completamente a las decisiones y caprichos de sus patrones.
Como corolario de esta situación, la langosta y la sequía hicieron que se perdiera la cosecha de 1911 y los arrendamientos alcanzaron su punto máximo en precio. Esta situación despertó a los arrendatarios, que sintieron la necesidad de gritar basta, que quisieron seguir soñando aquel sueño engendrado en la Europa natal. Vinieron a Argentina para cambiar su situación de miseria y pobreza, y por eso mismo, no estaban dispuestos a conformarse con lo que la realidad les ofrecía.Creyeron que esta era una causa conjunta. Comenzaron a reunirse, sabían organizarse y lo hicieron aquí, en Argentina, en la pampa gringa, en Santa Fe.
Alcorta y Bigand compartían la colonia La Adela, administrada por la firma Genoud, Benvenuto, Martelli y Cía, que subarrendaba la tierra a doscientas once familias por el 34 % de la producción, trillado, embolsado en bolsas nuevas y puesto en estación, con contratos de un año de duración. Además, los arrendatarios estaban obligados a comprar y vender en el almacén de ramos generales de la empresa, trillar y desgranar con sus máquinas y hacer todos los seguros con ellos.
En los primeros años del siglo XX, este tipo de contratos era moneda corriente en la región cerealera. Algunos con cláusulas más absurdas que otros, algunos por mayor porcentaje que otros –en Firmat alcanzaban hasta el 54% de la producción-, pero indefectiblemente, todos legalizaban, de algún modo, el abuso y la explotación de los arrendatarios.
“Los arrendatarios no tenían la menor seguridad en su trabajo, en cualquier momento podían ser desalojados del campo en que trabajaban y despojados de sus máquinas y útiles de labranza. Cualquier mejora que introdujera en la chacra quedaba a beneficio del patrón.”
(diario "El Zonda-Suplemento historia")
Frente a la pérdida de la cosecha de 1911, y la certeza de que una excelente cosecha en el próximo año no sería suficiente para recuperar el desastre, los colonos de Firmat y algunos comerciantes de campaña comienzan a reunirse para pensar posibles salidas a su situación.
En estas reuniones comprenden que la salida sólo puede ser conjunta, que debían unirse para reclamar a sus patrones, y que la conformación de una liga agraria los ayudaría a organizarse. Conforman, así, la Sociedad Cosmopolita de Agricultores de Firmat, primera liga agraria de la provincia, que agrupaba a los chacareros de la zona.
En marzo de 1912 escriben un manifiesto en el que alentaban a los colonos a unirse a la protesta y en una reunión a la que asiste Francisco Bulzani, arrendatario de la colonia La Adela, éste se hace cargo de distribuirlos en Alcorta, Bigand y Bombal.
Manifiesto que comenzó a circular en el sur de la provincia a fines de 1911, principios de 1912, elaborado por la Sociedad Cosmopolita de Firmat. Francisco Bulzani, que asistía a las reuniones de esta entidad, tomó el manifiesto para distribuirlo en Alcorta, Bigand y Bombal .
Frente a la pérdida de la cosecha de 1911, y la certeza de que una excelente cosecha en el próximo año no sería suficiente para recuperar el desastre, los colonos de Firmat y algunos comerciantes de campaña comienzan a reunirse para pensar posibles salidas a su situación.
En estas reuniones comprenden que la salida sólo puede ser conjunta, que debían unirse para reclamar a sus patrones, y que la conformación de una liga agraria los ayudaría a organizarse. Conforman, así, la Sociedad Cosmopolita de Agricultores de Firmat, primera liga agraria de la provincia, que agrupaba a los chacareros de la zona.
En marzo de 1912 escriben un manifiesto en el que alentaban a los colonos a unirse a la protesta y en una reunión a la que asiste Francisco Bulzani, arrendatario de la colonia La Adela, éste se hace cargo de distribuirlos en Alcorta, Bigand y Bombal.
Manifiesto que comenzó a circular en el sur de la provincia a fines de 1911, principios de 1912, elaborado por la Sociedad Cosmopolita de Firmat. Francisco Bulzani, que asistía a las reuniones de esta entidad, tomó el manifiesto para distribuirlo en Alcorta, Bigand y Bombal .
(Fuente: Cecchi, A.: "Tras la huella socialista en Firmat")
Francisco Bulzani, se convierte en voz de los pesares de los chacareros, organizando, hablando, demostrándoles que era necesario hacer algo para cambiar la situación en la que se encontraban.
Y poco a poco, fueron sumándose:
Francisco Perugini, Francisco Gilarducci, Francisco Menna, Nazareno Lucantoni… El Padre José Netri, el comerciante Ángel Bujarrabal.Pronto decidieron realizar una reunión en la casa del comerciante, quien les explicó que la única manera posible de cambiar la situación en que se encontraban era iniciar una huelga. Además, lea ofreció apoyo económico y ofreció su almacén como centro de reuniones. Decía José Gilarducci, uno de los principales organizadores de la huelga:
“Con seis o siete compañeros, los colonos Damian Arfinetti, Francisco Bulzani, Domingo Biagotti, El Dr. Francisco Netri, en compañía de algunos periodistas, Francisco Bulzani, Francisco Caporalini, Hermenegildo Gasparini, Nazareno Lucantoni y otros colonos, se reúnen a almorzar en el Hotel Colón, propiedad de Juan Ardizio, para hablar acerca de la asamblea que se realizaría luego.
“Con seis o siete compañeros, los colonos Damian Arfinetti, Francisco Bulzani, Domingo Biagotti, El Dr. Francisco Netri, en compañía de algunos periodistas, Francisco Bulzani, Francisco Caporalini, Hermenegildo Gasparini, Nazareno Lucantoni y otros colonos, se reúnen a almorzar en el Hotel Colón, propiedad de Juan Ardizio, para hablar acerca de la asamblea que se realizaría luego.
Se inicia la asamblea en el edificio de la Sociedad Italia de Socorros Mutuos e Instrucción bajo la presidencia de Francisco Bulzani. Toma la palabra el joven de Bigand, Luis Fontana, y a continuación el Dr. Francisco Netri. Se discute el modelo de contrato que él había confeccionado: Se pagará por arrendamiento el 25% del bruto de la cosecha, en parva y troja. Los señores propietarios cederán gratuitamente 6% de la tierra arrendada con destino a potrero o pastoreo. El colono pasará aviso a los señores propietarios cinco días antes de trillar o desgranar, quienes tendrán ocho días de plazo para retirar la parte que les corresponde por arrendamiento. Pasados los ocho días, el colono podrá disponer de la parte que le corresponda. El colono se obliga a destruir malezas y conservar en buen estado los edificios con alambrado, etc., de que se haga entrega, salvo el deterioro por el uso. En caso de ser invadida por la langosta, se compromete a combatirla. La falta de cumplimiento de cualquiera de estas cláusulas por una de las partes, autoriza a la otra a pedir su rescisión, haciéndola responsable de los daños y perjuicios. La duración de los contratos no podrá ser menor de tres años. (4) (4)
Fuente: La Capital, 27/06/1912
Este modelo de contrato se aprueba por unanimidad y además se aprueba la declaración de huelga general propuesta por Francisco Bulzani:
“No hemos podido pagar nuestras deudas y el comercio, salvo algunas honrosas excepciones, nos niega la libreta. Seguimos ilusionados con una buena cosecha y ella ha llegado, pero continuamos en la miseria. Apenas si nos alcanza el dinero para pagarle al almacenero que nos viene surtiendo todo el año. Esto no puede continuar así. Debemos ponerle fin a tan triste como temeraria situación, caso contrario se producirá el éxodo campesino que debemos evitar a cualquier precio. Los propietarios se encuentran reacios a considerar nuestras reclamaciones y demandas. (…) Pero si hoy sonríen por nuestra protesta, puede que mañana se pongan serios cuando comprendan que la huelga es una realidad…”(5)
(5) En: Grela, P.:
“El grito de Alcorta. Historia de la rebelión campesina de 1912.”
Ed. Tierra Nuestra, 2º ed. 1997. Pág. 60.
Aunque la declaración formal de huelga se realizara el 25 de junio, ya hacía días que los colonos de la zona habían abandonado los trabajos, y en menos de dos semanas habían declarado formalmente la huelga más de cien mil agricultores de Santa Fe, Buenos Aires, Córdoba, Entre Ríos y La Pampa.
Las formas se repetían hasta el cansancio: asamblea de chacareros, declaración de huelga, designación de comisión, nueva asamblea para constituir una liga agraria… Los colonos organizadores recorrían las localidades, ayudaban, apoyaban, junto al Dr. Netri. Y pronto comenzaron a trabajar para conformar una asociación gremial agrícola, que los representara, que los defendiera de los abusos de los patrones, que los uniera.
Los medios gráficos de todo el país empiezan a hacerse eco de la protesta. Todos acordaban en que el silencio y falta de respuestas (6) por parte de los propietarios conduciría al país a una crisis total, ya que, en una especie de efecto dominó, al no sembrarse el lino o el trigo, sobrevendría una crisis comercial, seguida de una desvalorización de la propiedad rural y, finalmente, la restricción del crédito y credibilidad en el exterior.
(6) Hubo excepciones: Camilo y Juan Cucco aceptaron las condiciones de los colonos el 27 de junio, y Víctor Bigand, el 3 de julio.
Sin embargo, en la medida en que fueron pasando los días y los colonos no cambiaban su actitud, los propietarios y subarrendadores comenzaron a preocuparse. Comienza a escucharse su voz en la prensa, acusando a los colonos de avaros, pretenciosos, ineptos, holgazanes…
Organizaron una reunión en la Sociedad Rural de Rosario, en la que conformaron una comisión para que se ocupara de la resolución del conflicto.
El 30 de junio se realizó una nueva asamblea en Bigand. Asistieron más de 2.500 colonos de varias localidades, entre ellas, Firmat, Bahía Blanca, La Plata, y quienes estaban conformando la Unión Agrícola de la Provincia de Buenos Aires. Allí, muchos colonos comunicaron que habían recibido a los patrones en sus chacras, intentando convencerlos de volver al trabajo con amenazas de desalojo.
A la vez, comenzaron a aparecer todo tipo de declaraciones en los medios gráficos. Decía a “La Capital” un propietario de Bigand:
“A los propietarios –agregó nuestro declarante- lo que nos resiente y lo que no podemos tolerar es que el labriego se nos imponga en forma violenta «porque sí» y quiera obligarnos a hacer en provecho de aquello que él quiere, no lo que estemos dispuestos a cederle nosotros.” (7)
(7) En: “La Capital”, 6 de julio de 1912
En la medida en que el conflicto se extendía, las autoridades comenzaron a preocuparse. El Dr. Menchaca, gobernador de la provincia de Santa Fe, decide nombrar una comisión, formada por el vice gobernador Ricardo Caballero, el intendente de Rosario Daniel Infante y un estanciero, Toribio Sánchez, para investigar el conflicto.
Se reunieron con colonos y propietarios, escucharon todas las voces, y elevaron al gobernador un informe en el que se manifiesta claramente a favor de los colonos, haciendo responsables de la crisis agraria a propietarios y empresas subarrendadoras.
Asimismo, sugieren las características que consideran deberían tener los contratos y expresan claramente su postura frente al conflicto:
“Pero, donde a juicio de esta comisión se halla la solución definitiva para todas las cuestiones de esta índole, es en la reforma de toda la legislación, común o constitucional, que se oponga al establecimiento de la siguiente facultad, que consideramos de derecho pleno de todo labrador, en todas las partes del mundo:
El jefe de familia, de oficio labrador, que no tenga tierra propia y la desee para labrarla por sí y por los suyos, tiene derecho a que se expropie para él en el paraje que él designe, siempre que se trate del perímetro de una propiedad mayor de mil hectáreas y no cultivada por el dueño, una fracción no mayor de veinte y cinco hectáreas por el precio asignado para la contribución directa y un cincuenta por ciento más, la mitad del cual se reputa tolerancia en la avaluación para el impuesto, y la otra mitad precio de afección y compensación del trabajo a emplear y el tiempo a perder en el nuevo empleo de los capitales, que habrá de hacer el propietario expropiado.”
“La Capital”, 23 de julio de 1912.
A pesar de la claridad del informe de la comisión, el gobierno provincial no tomó cartas en el asunto: su única acción fue ofrecer a los agricultores tierras del norte de la provincia con un costo de arrendamiento más bajo.
En la medida que pasaban los días y los tiempos de roturación de la tierra se agotaban, el Ministro de Agricultura de la nación, Mugica, se decide a investigar la situación, enviando al Director de la División de Ganadería y Agricultura, Sr. Emilio Lahítte a la región en conflicto. Luego de una gira hecha por la provincia de Santa Fe y de varias reuniones con los miembros de la Sociedad Rural de Rosario, el Sr. Lahítte informó:
“(…) todo cuanto se refiere a cumplimiento, reconsideración y modificación de contratos preexistentes, puede y debe ser resuelto por los mismos contratantes, porque no hay poder alguno que pueda sobreponerse a lo que las partes han acordado “legalmente” y pueden modificar por la voluntad de ambos.(…)
Los arrendatarios y aparceros han conformado una colectividad incidental para un fin único, la rebaja de arrendamiento, o la parte de utilidad que corresponde al capital inmobiliario de la explotación agrícola; (…) Lo más práctico, a mi entender, sería que las partes acordaran la constitución de una “junta arbitral”, compuesta de personas elegidas por cada una y autorizadas para entender y resolver sumariamente en cada uno de los contratos comprometiéndose unos y otros a aceptar la resolución de la junta.”
“La Prensa”, 17 de julio de 1912.
Mientras tanto, el conflicto se acrecentaba. A pesar de que en las publicaciones periódicas hablaban de la calma con que los chacareros manejaban el conflicto, la policía los asediaba permanentemente. Atendiendo a los intereses de los patrones, persiguieron, encarcelaron y reprimieron a los huelguistas.
Durante el tiempo que duró el conflicto, fueron detenidos colonos de Firmat, Santa Teresa, Villa Constitución, Alcorta, Los Molinos, San Vicente, Marcos Juárez, Carmen, Arteaga y Venado Tuerto. Además, fueron apresados el señor Basualdo, director del diario “Eco del Sur” de Venado Tuerto, el Pbro. José Netri de Alcorta y el Pbro. Ángel Grotti de Arteaga, cuyo único delito fue apoyar el movimiento de agricultores.
Mientras el movimiento se extendía, empezó a surgir, cada vez con mayor fuerza, la necesidad de conformar una entidad capaz de agrupar, representar y defender a los agricultores.
El Dr. Netri, como asesor letrado de los colonos, organizó una asamblea general con los delegados de todas las localidades y la comisión veedora del gobierno de Santa Fe, con el fin de fundar una institución para luchar por los derechos de los agricultores.
El 1° de agosto, en la asamblea, los agricultores conforman la Federación Agraria Argentina, cuya finalidad principal sería:
“(…) conseguir por todos los medios lícitos la mejora de la situación de los trabajadores del campo, solidarizando sus esfuerzos, a fin de que las energías de todos, defiendan los derechos de cada uno.”
Palabras del Dr. Netri. En “La Prensa”,
6 de agosto de 1912.
El 15 de agosto, en una nueva asamblea, se aprueban los estatutos para la Federación Agraria Argentina redactados por algunos de los agricultores, y Antonio Noguera es designado presidente del Comité central. El Dr. Francisco Netri ocupa el lugar de asesor letrado. De Alcorta participan del Comité Central Francisco Bulzani, como Primer Vocal Titular, y Francisco Perugini, como Prosecretario
En el número 1 del Boletín Oficial de la Federación Agraria Argentina, dice el Dr. Netri:
“El grito de rebelión proclamado en Alcorta el 25 de junio ppdo., está por cerrar una página de las más hermosas del histórico movimiento. La huelga agraria que ha tenido la virtud de levantar a más de cien mil colonos en Santa Fe, primero, y sucesivamente en Buenos Aires, Córdoba, Entre Ríos y territorio de La Pampa, puede decirse que está terminada después de tres meses de sacrificios, heroicamente soportados por los cultivadores de la tierra.”
En Grela, P.:
“El grito de Alcorta. Historia de la rebelión campesina de 1912”;
Ed. Tierra nuestra, 2ª edición, 1997. pág. 67.
Sobre fines de septiembre de 1912, todos los agricultores habían vuelto al trabajo. Habían obtenido ciertas mejoras: el 28 % de la cosecha, en parva y troja y como salga, el 6 % de la chacra para pastoreo, libertades para contratar máquinas, para comprar y para vender, contratos con una duración de tres años…
La pampa gringa comenzaba a retomar su tranquilidad, la tierra volvía a ser roturada, la solución parecía haber llegado. Sin embargo, en poco tiempo la alegría del triunfo comenzó a desvanecerse: no se dictó una ley de arrendamientos, y, por lo tanto, en poco más de un año, los contratos abusivos resurgieron en todos lados.
Los colonos volvieron a movilizarse, una y otra vez, ahora exigiendo la promulgación de esa ley, reclamando el amparo del Estado, pidiendo protección frente a la explotación.
Pero ahora unidos, agrupados, acompañados
“Si aún fracasando en sus solicitaciones actuales de mejoramiento, volvieran los colonos sobre el arado, ¿podría decirse que habrían perdido el éxito de la causa que proclaman? De ninguna manera. El hecho natural de paro, es una incidencia de la gran batalla del resurgimiento en que se ha empeñado el colono. Su principal triunfo consiste en haber demostrado que «posee y ejerce» su conciencia, por decirlo así, y que ha sido capaz de solidarizarse colectivamente, inspirado en manos ideales de lucha para el mejoramiento de la vida agraria nacional, tan injustamente olvidada por todos, a pesar de las continuas solicitaciones de la prensa.”
“La Capital”, 22 de agosto de 1912.
gotti, Nazareno Lucantoni y Francisco Menna, a quien posteriormente asesinó la policía durante una reunión agraria en Firmat, solíamos reunirnos en un sótano de la casa del comerciante Bujarrabal.
“Era un buen mayorista don Ángel Bujarrabal” —recuerda Gilarducci-, “porque él fue quien principalmente nos aconsejaba de que hiciéramos la huelga y peticionáramos lo que nos correspondía: la rebaja de la tierra. “Al principio teníamos miedo porque la policía nos amenazaba y nos encarcelaba por perturbadores del orden, por eso en la casa de ramos generales, en el sótano entre comestibles, artículos de labranza y cajonería, nos reuníamos y discutíamos la huelga.”
(citado en: diario "DEMOCRACIA", 27 de junio de 1954)
Poco a poco, las reuniones comenzaron a multiplicarse: en el almacén, en la chacra de Bulzani, en la parroquia o donde fuera, corridos por los patrones o la policía, los chacareros sabían que la huelga sería un hecho. En Alcorta, en Bigand, en Bombal, en Máximo Paz, sabían que todos trabajaban por lo mismo. Recorrían las chacras, repartían los manifiestos, hablaban, explicaban que la fuerza de todos podía lograr que cambiara la situación en que se encontraban.
El 15 de junio de 1912, los chacareros de la zona se reunieron en asamblea en la plaza de Bigand, en la que Luis Fontana, dependiente de un almacén de campaña del señor Víctor Bigand, sugirió elevar un petitorio a los propietarios para modificar los contratos de arrendamiento, dándoles un plazo de quince días para la contestación.
El 17 de junio los chacareros de Alcorta se reunieron en el edificio de la Sociedad Italia de Socorro Mutuo e Instrucción, bajo la presidencia de Francisco Bulzani, y decidieron invitar a los propietarios a una asamblea pública el día 25 de junio para tratar los contratos de arrendamiento.
En Alcorta y Máximo Paz los párrocos eran José y Pascual Netri, hermanos que apoyaron incondicionalmente a los chacareros, participaron de sus reuniones, los escucharon, los confortaron y les ofrecieron el asesoramiento legal de su hermano, el Dr. Francisco Netri. El 18 de junio, Francisco Bulzani y el Padre José Netri visitan al abogado en Rosario para pedirle redactara un modelo de contrato especificando las reformas que los chacareros creían necesarias. El Dr. Netri no sólo aceptó el pedido, sino que se comprometió a asistir a la asamblea del 25.
En los días siguientes, las reuniones se intensificaron, el Padre José Netri invitaba a los chacareros a la asamblea desde púlpito de la parroquia, Bujarrabal los ayudaba a organizar y María Robotti, esposa de Francisco Bulzani, los alentaba a declarar la huelga.
Más de dos mil agricultores de Alcorta, Bigand, Bombal, Carreras, Firmat y San Urbano (Melincué) asistieron a la asamblea en el local de la Sociedad Italia de Socorro Mutuo e Instrucción el 25 de junio de 1912. Además de los colonos presentes, las delegaciones de las localidades vecinas acercaron petitorios firmados por dos mil colonos más. "El aspecto era imponente, pues aquella gran masa de hombres acostumbrados a empuñar el arado, convertida en asamblea deliberante, causaba una impresión casi exótica y semejante en algo a la que producen en el ánimo del observador los grandes concursos populares en que se debaten cuestiones ideológicas, de índole política o doctrinaria, en pro del resurgimiento de las colectividades concientes de sus derechos" (3)
(3) “La Capital”, 26 de junio de 1912.
Este modelo de contrato se aprueba por unanimidad y además se aprueba la declaración de huelga general propuesta por Francisco Bulzani:
(citado en: diario "DEMOCRACIA", 27 de junio de 1954)
Poco a poco, las reuniones comenzaron a multiplicarse: en el almacén, en la chacra de Bulzani, en la parroquia o donde fuera, corridos por los patrones o la policía, los chacareros sabían que la huelga sería un hecho. En Alcorta, en Bigand, en Bombal, en Máximo Paz, sabían que todos trabajaban por lo mismo. Recorrían las chacras, repartían los manifiestos, hablaban, explicaban que la fuerza de todos podía lograr que cambiara la situación en que se encontraban.
El 15 de junio de 1912, los chacareros de la zona se reunieron en asamblea en la plaza de Bigand, en la que Luis Fontana, dependiente de un almacén de campaña del señor Víctor Bigand, sugirió elevar un petitorio a los propietarios para modificar los contratos de arrendamiento, dándoles un plazo de quince días para la contestación.
El 17 de junio los chacareros de Alcorta se reunieron en el edificio de la Sociedad Italia de Socorro Mutuo e Instrucción, bajo la presidencia de Francisco Bulzani, y decidieron invitar a los propietarios a una asamblea pública el día 25 de junio para tratar los contratos de arrendamiento.
En Alcorta y Máximo Paz los párrocos eran José y Pascual Netri, hermanos que apoyaron incondicionalmente a los chacareros, participaron de sus reuniones, los escucharon, los confortaron y les ofrecieron el asesoramiento legal de su hermano, el Dr. Francisco Netri. El 18 de junio, Francisco Bulzani y el Padre José Netri visitan al abogado en Rosario para pedirle redactara un modelo de contrato especificando las reformas que los chacareros creían necesarias. El Dr. Netri no sólo aceptó el pedido, sino que se comprometió a asistir a la asamblea del 25.
En los días siguientes, las reuniones se intensificaron, el Padre José Netri invitaba a los chacareros a la asamblea desde púlpito de la parroquia, Bujarrabal los ayudaba a organizar y María Robotti, esposa de Francisco Bulzani, los alentaba a declarar la huelga.
Más de dos mil agricultores de Alcorta, Bigand, Bombal, Carreras, Firmat y San Urbano (Melincué) asistieron a la asamblea en el local de la Sociedad Italia de Socorro Mutuo e Instrucción el 25 de junio de 1912. Además de los colonos presentes, las delegaciones de las localidades vecinas acercaron petitorios firmados por dos mil colonos más. "El aspecto era imponente, pues aquella gran masa de hombres acostumbrados a empuñar el arado, convertida en asamblea deliberante, causaba una impresión casi exótica y semejante en algo a la que producen en el ánimo del observador los grandes concursos populares en que se debaten cuestiones ideológicas, de índole política o doctrinaria, en pro del resurgimiento de las colectividades concientes de sus derechos" (3)
(3) “La Capital”, 26 de junio de 1912.
El Dr. Francisco Netri, en compañía de algunos periodistas, Francisco Bulzani, Francisco Caporalini, Hermenegildo Gasparini, Nazareno Lucantoni y otros colonos, se reúnen a almorzar en el Hotel Colón, propiedad de Juan Ardizio, para hablar acerca de la asamblea que se realizaría luego.
Se inicia la asamblea en el edificio de la Sociedad Italia de Socorro Mutuo e Instrucción bajo la presidencia de Francisco Bulzani. Toma la palabra el joven de Bigand, Luis Fontana, y a continuación el Dr. Francisco Netri. Se discute el modelo de contrato que él había confeccionado: Se pagará por arrendamiento el 25% del bruto de la cosecha, en parva y troja. Los señores propietarios cederán gratuitamente 6% de la tierra arrendada con destino a potrero o pastoreo. El colono pasará aviso a los señores propietarios cinco días antes de trillar o desgranar, quienes tendrán ocho días de plazo para retirar la parte que les corresponde por arrendamiento. Pasados los ocho días, el colono podrá disponer de la parte que le corresponda. El colono se obliga a destruir malezas y conservar en buen estado los edificios con alambrado, etc., de que se haga entrega, salvo el deterioro por el uso. En caso de ser invadida por la langosta, se compromete a combatirla. La falta de cumplimiento de cualquiera de estas cláusulas por una de las partes, autoriza a la otra a pedir su rescisión, haciéndola responsable de los daños y perjuicios. La duración de los contratos no podrá ser menor de tres años. (4) (4) Fuente: La Capital, 27/06/1912
Este modelo de contrato se aprueba por unanimidad y además se aprueba la declaración de huelga general propuesta por Francisco Bulzani:
“No hemos podido pagar nuestras deudas y el comercio, salvo algunas honrosas excepciones, nos niega la libreta. Seguimos ilusionados con una buena cosecha y ella ha llegado, pero continuamos en la miseria. Apenas si nos alcanza el dinero para pagarle al almacenero que nos viene surtiendo todo el año. Esto no puede continuar así. Debemos ponerle fin a tan triste como temeraria situación, caso contrario se producirá el éxodo campesino que debemos evitar a cualquier precio. Los propietarios se encuentran reacios a considerar nuestras reclamaciones y demandas. (…) Pero si hoy sonríen por nuestra protesta, puede que mañana se pongan serios cuando comprendan que la huelga es una realidad…”(5)
(5) En: Grela, P.: “El grito de Alcorta. Historia de la rebelión campesina de 1912.” Ed. Tierra Nuestra, 2º ed. 1997. Pág. 60.
Aunque la declaración formal de huelga se realizara el 25 de junio, ya hacía días que los colonos de la zona habían abandonado los trabajos, y en menos de dos semanas habían declarado formalmente la huelga más de cien mil agricultores de Santa Fe, Buenos Aires, Córdoba, Entre Ríos y La Pampa.
Las formas se repetían hasta el cansancio: asamblea de chacareros, declaración de huelga, designación de comisión, nueva asamblea para constituir una liga agraria… Los colonos organizadores recorrían las localidades, ayudaban, apoyaban, junto al Dr. Netri. Y pronto comenzaron a trabajar para conformar una asociación gremial agrícola, que los representara, que los defendiera de los abusos de los patrones, que los uniera.
Los medios gráficos de todo el país empiezan a hacerse eco de la protesta. Todos acordaban en que el silencio y falta de respuestas (6) por parte de los propietarios conduciría al país a una crisis total, ya que, en una especie de efecto dominó, al no sembrarse el lino o el trigo, sobrevendría una crisis comercial, seguida de una desvalorización de la propiedad rural y, finalmente, la restricción del crédito y credibilidad en el exterior.
(6) Hubo excepciones: Camilo y Juan Cucco aceptaron las condiciones de los colonos el 27 de junio, y Víctor Bigand, el 3 de julio.
Sin embargo, en la medida en que fueron pasando los días y los colonos no cambiaban su actitud, los propietarios y subarrendadores comenzaron a preocuparse. Comienza a escucharse su voz en la prensa, acusando a los colonos de avaros, pretenciosos, ineptos, holgazanes… Organizaron una reunión en la Sociedad Rural de Rosario, en la que conformaron una comisión para que se ocupara de la resolución del conflicto.
El 30 de junio se realizó una nueva asamblea en Bigand. Asistieron más de 2.500 colonos de varias localidades, entre ellas, Firmat, Bahía Blanca, La Plata, y quienes estaban conformando la Unión Agrícola de la Provincia de Buenos Aires. Allí, muchos colonos comunicaron que habían recibido a los patrones en sus chacras, intentando convencerlos de volver al trabajo con amenazas de desalojo.
A la vez, comenzaron a aparecer todo tipo de declaraciones en los medios gráficos. Decía a “La Capital” un propietario de Bigand:
“A los propietarios –agregó nuestro declarante- lo que nos resiente y lo que no podemos tolerar es que el labriego se nos imponga en forma violenta «porque sí» y quiera obligarnos a hacer en provecho de aquello que él quiere, no lo que estemos dispuestos a cederle nosotros.” (7)
(7) En: “La Capital”, 6 de julio de 1912
En la medida en que el conflicto se extendía, las autoridades comenzaron a preocuparse. El Dr. Menchaca, gobernador de la provincia de Santa Fe, decide nombrar una comisión, formada por el vice gobernador Ricardo Caballero, el intendente de Rosario Daniel Infante y un estanciero, Toribio Sánchez, para investigar el conflicto.
Se reunieron con colonos y propietarios, escucharon todas las voces, y elevaron al gobernador un informe en el que se manifiesta claramente a favor de los colonos, haciendo responsables de la crisis agraria a propietarios y empresas subarrendadoras.
Asimismo, sugieren las características que consideran deberían tener los contratos y expresan claramente su postura frente al conflicto:
“Pero, donde a juicio de esta comisión se halla la solución definitiva para todas las cuestiones de esta índole, es en la reforma de toda la legislación, común o constitucional, que se oponga al establecimiento de la siguiente facultad, que consideramos de derecho pleno de todo labrador, en todas las partes del mundo:
El jefe de familia, de oficio labrador, que no tenga tierra propia y la desee para labrarla por sí y por los suyos, tiene derecho a que se expropie para él en el paraje que él designe, siempre que se trate del perímetro de una propiedad mayor de mil hectáreas y no cultivada por el dueño, una fracción no mayor de veinte y cinco hectáreas por el precio asignado para la contribución directa y un cincuenta por ciento más, la mitad del cual se reputa tolerancia en la avaluación para el impuesto, y la otra mitad precio de afección y compensación del trabajo a emplear y el tiempo a perder en el nuevo empleo de los capitales, que habrá de hacer el propietario expropiado.”
“La Capital”, 23 de julio de 1912.
A pesar de la claridad del informe de la comisión, el gobierno provincial no tomó cartas en el asunto: su única acción fue ofrecer a los agricultores tierras del norte de la provincia con un costo de arrendamiento más bajo.
En la medida que pasaban los días y los tiempos de roturación de la tierra se agotaban, el Ministro de Agricultura de la nación, Mugica, se decide a investigar la situación, enviando al Director de la División de Ganadería y Agricultura, Sr. Emilio Lahítte a la región en conflicto. Luego de una gira hecha por la provincia de Santa Fe y de varias reuniones con los miembros de la Sociedad Rural de Rosario, el Sr. Lahítte informó:
“(…) todo cuanto se refiere a cumplimiento, reconsideración y modificación de contratos preexistentes, puede y debe ser resuelto por los mismos contratantes, porque no hay poder alguno que pueda sobreponerse a lo que las partes han acordado “legalmente” y pueden modificar por la voluntad de ambos.(…)
Los arrendatarios y aparceros han conformado una colectividad incidental para un fin único, la rebaja de arrendamiento, o la parte de utilidad que corresponde al capital inmobiliario de la explotación agrícola; (…) Lo más práctico, a mi entender, sería que las partes acordaran la constitución de una “junta arbitral”, compuesta de personas elegidas por cada una y autorizadas para entender y resolver sumariamente en cada uno de los contratos comprometiéndose unos y otros a aceptar la resolución de la junta.”
“La Prensa”, 17 de julio de 1912.
Mientras tanto, el conflicto se acrecentaba. A pesar de que en las publicaciones periódicas hablaban de la calma con que los chacareros manejaban el conflicto, la policía los asediaba permanentemente. Atendiendo a los intereses de los patrones, persiguieron, encarcelaron y reprimieron a los huelguistas.
Durante el tiempo que duró el conflicto, fueron detenidos colonos de Firmat, Santa Teresa, Villa Constitución, Alcorta, Los Molinos, San Vicente, Marcos Juárez, Carmen, Arteaga y Venado Tuerto. Además, fueron apresados el señor Basualdo, director del diario “Eco del Sur” de Venado Tuerto, el Pbro. José Netri de Alcorta y el Pbro. Ángel Grotti de Arteaga, cuyo único delito fue apoyar el movimiento de agricultores.
Mientras el movimiento se extendía, empezó a surgir, cada vez con mayor fuerza, la necesidad de conformar una entidad capaz de agrupar, representar y defender a los agricultores.
El Dr. Netri, como asesor letrado de los colonos, organizó una asamblea general con los delegados de todas las localidades y la comisión veedora del gobierno de Santa Fe, con el fin de fundar una institución para luchar por los derechos de los agricultores.
El 1° de agosto, en la asamblea, los agricultores conforman la Federación Agraria Argentina, cuya finalidad principal sería:
“(…) conseguir por todos los medios lícitos la mejora de la situación de los trabajadores del campo, solidarizando sus esfuerzos, a fin de que las energías de todos, defiendan los derechos de cada uno.”
Palabras del Dr. Netri. En “La Prensa”, 6 de agosto de 1912.
El 15 de agosto, en una nueva asamblea, se aprueban los estatutos para la Federación Agraria Argentina redactados por algunos de los agricultores, y Antonio Noguera es designado presidente del Comité central. El Dr. Francisco Netri ocupa el lugar de asesor letrado. De Alcorta participan del Comité Central Francisco Bulzani, como Primer Vocal Titular, y Francisco Perugini, como Prosecretario
En el número 1 del Boletín Oficial de la Federación Agraria Argentina, dice el Dr. Netri:
“El grito de rebelión proclamado en Alcorta el 25 de junio ppdo., está por cerrar una página de las más hermosas del histórico movimiento. La huelga agraria que ha tenido la virtud de levantar a más de cien mil colonos en Santa Fe, primero, y sucesivamente en Buenos Aires, Córdoba, Entre Ríos y territorio de La Pampa, puede decirse que está terminada después de tres meses de sacrificios, heroicamente soportados por los cultivadores de la tierra.”
En Grela, P.: “El grito de Alcorta. Historia de la rebelión campesina de 1912”; Ed. Tierra nuestra, 2ª edición, 1997. pág. 67.
Sobre fines de septiembre de 1912, todos los agricultores habían vuelto al trabajo. Habían obtenido ciertas mejoras: el 28 % de la cosecha, en parva y troja y como salga, el 6 % de la chacra para pastoreo, libertades para contratar máquinas, para comprar y para vender, contratos con una duración de tres años…
La pampa gringa comenzaba a retomar su tranquilidad, la tierra volvía a ser roturada, la solución parecía haber llegado. Sin embargo, en poco tiempo la alegría del triunfo comenzó a desvanecerse: no se dictó una ley de arrendamientos, y, por lo tanto, en poco más de un año, los contratos abusivos resurgieron en todos lados.
Los colonos volvieron a movilizarse, una y otra vez, ahora exigiendo la promulgación de esa ley, reclamando el amparo del Estado, pidiendo protección frente a la explotación.
Pero ahora unidos, agrupados, acompañados
“Si aún fracasando en sus solicitaciones actuales de mejoramiento, volvieran los colonos sobre el arado, ¿podría decirse que habrían perdido el éxito de la causa que proclaman? De ninguna manera. El hecho natural de paro, es una incidencia de la gran batalla del resurgimiento en que se ha empeñado el colono. Su principal triunfo consiste en haber demostrado que «posee y ejerce» su conciencia, por decirlo así, y que ha sido capaz de solidarizarse colectivamente, inspirado en manos ideales de lucha para el mejoramiento de la vida agraria nacional, tan injustamente olvidada por todos, a pesar de las continuas solicitaciones de la prensa.”
“La Capital”, 22 de agosto de 1912.